Podemos hacernos bien entre tanto mal

Después de un tiempo y de varios tropiezos llegamos a comprender que intentando cambiarnos lo nuestro no iba a funcionar, que no debíamos buscar la perfección en el otro si no aprender a amar sus imperfecciones. Que eso es lo que hacía a nuestra relación perfecta.
Comprendimos que amar es aceptar al otro tal cual es, y que nuestro problema era que nos estábamos amando demasiado pero no lo hacíamos bien.
Nos llevó tiempo, muchas discusiones sin sentido y por momentos sentía que estábamos metidos en un laberinto sin poder encontrar la salida, y justo cuando sentía que todo estaba perdido nos volvimos a encontrar.
Volvimos a conocernos, volvió esa magia de los primeros momentos, volvieron las ganas de vernos y las ganas de comernos a besos, esas que tan escondidas parecían estar. Volvió la ilusión, los nervios y las mariposas en la panza antes de vernos. Volvimos a hacernos bien después de lastimarnos tanto, aprendimos a amarnos sanamente y a dejar de lado las discusiones sin sentido que tanto daño nos hacían, que tanto nos destrozó.
Volvimos a entregarnos todo, esta vez, con la certeza de que hacemos bien, sabiendo perfectamente a quien le entregamos nuestro corazón y lo mucho que lo cuidará.
Esta vez, sabiendo que es para siempre, y con la certeza de que no volveremos a perdernos, porque nos aceptamos tal cual somos, porque así nos enamoramos.

¡GRACIAS♥!
Las cosas que funcionan, no siempre marchan bien. Funcionar significa que continúa realizando sus acciones como siempre. Que marche bien, es que esas acciones sigan dando buenos resultados. Nuestro amor siempre funciona, pero a veces, no marcha.
Somos un amor lleno de duda y distancia. Somos dos vidas paralelas que sabemos crecer sin tocarnos, pero cuando nos tocamos, crecemos todavía más. Corremos cuando estamos juntos, porque el tiempo nos echa una carrera en cada estación. Somos lentos, puede que eso nos mantenga mucho tiempo en pie. Nunca me has dejado subir dos escalones seguidos para aprender a no tropezarme con mis prisas. Pero siempre me has llevado de la mano, y por eso, tenerte, implica algo más importante. Soy un corazón que ha viajado por la certeza del destino, que me he hundido en amores profundos y he creído en todos ellos. Y tu viniste de la superficie para bajarme del cielo. Parecías como el soplo de aire que siempre faltaba, y que acaba quedándose aún sabiendo que somos incompatiblemente imperfectos.
Nuestro amor es como subirse a un avión a punto de despegar. A veces, parece que planeamos, pero todavía no hemos echado a volar. Aunque ¿Sabes una cosa? Tenemos todo el cielo del mundo. . .
Y es que viene marzo a no quitarnos la ilusión, a darnos razones para ponernos a prueba. A seguir viviendo para no dejarnos matar, ni por el tiempo, ni la distancia. Que no es lo mismo, que dejarnos morir por los kilómetros y los relojes. Volveremos a dejarnos un cuarto de corazón en la terminal y media vida vacía en una cama de una plaza. Vuelve la valija de los fines de semana, viene el otoño para probarnos lloviendo, para querernos confiando y para vivirnos mandándonos besos para sentirnos cerca. Vuelve la tristeza de los ojos que miran por la ventana cuando algo se aleja. La nostalgia dividida en un beso de despedida, el retraso de los avances por vivir de últimas conexiones y los libros en la mesita sobre como sobrevivir a un sin ti. Empiezan las prioridades y vendrán las consecuencias a darme las buenas noches. Empiezan los otoños de almohadas separadas.