Por decir, te diré que tengo ganas de tus ganas, de decirte "¡Venga!" y que me digas "¡Vale!", que me hables en mayúsculas de excesos y cristales empañados. Saber, sabía poco de ti, por aquel entonces, que eras más de impulsos que de casualidades. Que estás a un vestido y una cremallera de seducirme, pero no me rompas los esquemas si no vas a romperme las medias. Que si por alguna casualidad apareces mañana, dejaré que me cuentes mil historias, si luego me haces mil veces el amor.
Tu di "¡Vale!", que de los cristales empañados me encargo yo. 

Único ser con el que voy codo a codo.

La magia de ella me sigue haciendo efecto. Ya no hay otros ojos con su brillo, ni con su picardía y su corazón enorme que no se donde lo guarda. Y ya son muchos veranos de la mano de su corazón duro, pero frágil. Y entonces la echo de menos cuando no está. Porque muchas conversaciones son paseos de noche. Y las madrugadas se las dedico a ella. A mi fiel compañera de batalla. Aunque más que madrugadas, le dedico casi el noventa por ciento de mis risas, casi todas las casualidades de vidas paralelas que se cruzan o casi mis dos hombros para que sepa que quiero estar ahí siempre. Puede que sea su intención comprensiva o que es tan pequeña cuando la abrazas que tienes que quererla porque sí.
Eres como el orden en medio del desastre. Eres un corazón enorme que sabe llenarse con nada. Un hombro en el que hay vía libre para quien sabe escuchar. Una bomba de ilusión, ojalá a punto de explotar. Eres todo lo que te queda por recibir, porque la vida es la única que te guarda todos los detalles, y sabe como devolverlos. Y por eso también la quiero, porque somos un poco como dos puertas que se separan pero saben estar abiertas. Y sabes de sobra que te quiero, y por eso, la gente que se quiere, siempre se dice la verdad. Que tienes el corazón abierto y a la vez escondido. Y que vivir sin reír no es vivir, y por eso tu eres un poco vida. porque eres la risa que falta muchas veces, pero suena alto cuando está. Que conocernos nos ha hecho querernos, o mejor dicho, que nos queremos porque ya nos conocemos demasiado.