Hay veces que el invierno enfría y congela nuestras ramas. Hay otras veces que nieva, y hasta el invierno entra en calor cuando le tocas. Congelados. Al borde del abismo, asomándote al precipicio del nunca más, apareces. Y descolocas cualquier idea premeditada en un impulso. Y recuperas lo que daba por perdido. Y convences a mis dudas de que todavía nos necesitamos. Que las noches se hacen cortas y las caricias eternas. Que los besos ya no solo se dan, sino que saben a oportunidad. Saben a nuevo. Saben. Sabemos. Sabemos más cosas, hablamos más, no sé si mejor. Sabemos a intento. Y quien no intenta no gana.
Algo tenemos en común, que a ti y a mi no nos gusta perder.
Y así estamos, ganando(nos)

No sabemos amar, pero no queremos que nos enseñen

Hemos subido cuesta arriba. Y he acabado sin frenos chocandome en ti, y entonces
Te he visto despertar y desesperar. Te he visto queriendo e indiferente. Te he visto cumpliendo años y quemando dudas.
Me he quedado a dormir debajo de tu nombre, me he aprendido como hueles y donde (me) dueles. Me has llevado a casa de todas las maneras posibles, me has dado todo lo que me falta. Y ha sido entonces, cuando he abandonado todo lo que me sobraba.
Nos bastó un año para probarnos. Y solo ha hecho falta una tarde sin ti para escribirte esto.
Y hasta aquí puedo leer
O mejor dicho,
Hasta aquí puedo escribir.
¿Y hasta aquí tú y yo?

Pero tenía aquella risa tan suya; que ni la mitad de la gente imaginaba lo tierna que podía llegar a ser, lo valiente que podía resultar y lo perdida que podía estar por culpa de alguien como tú.