Todo lo que esperaba después de una extensa discusión era que la tomara por los brazos al momento justo, desprevenida y con el corazón abierto en sus manos, y que la amara, así a lo bruto, a lo torpe, a su estilo mientras sus labios se estrechaban sin compasión, sin dejar escapar otro suspiro que empeorara la situación; mientras se devoraban en lo profundo de su ser y se reencontraban con esos sentimientos extraviados, el mundo conspiraba para que fuera solo de ellos. 


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