Te paraste detrás mío, cerca, muy cerca. Tan cerca que sentí tus respiración en mi oído. Colocaste tus manos grandes y morenas en mis hombros. Temblé, y sin mirarte ya sabía que eras tú, no hacía falta girar mi cabeza para saberlo, en esos segundos ambos sabíamos quiénes eramos, dónde estábamos y qué queríamos. Tus manos bajaban por mis brazos, tus dedos se deslizaban por mi piel hasta que se encontraron con mi mano. Juntaste las tuyas con las mías, tus manos eran tan grandes que me sentí tan frágil y vulnerable en ese instante. Tu boca se acercó aún más a mi oído de lo que ya estaba y susurraste algo que ya no me acuerdo.
-No hagas esto. -Dije con vos temblorosa-
+¿Y qué pasa si lo hago?
-A ella no le va a gustar esto, y tú lo sabes.
+Ahora quiero que te guste a ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario