Nunca han tenido, ni tendrán, el privilegio de conocerlo, de conocerlo de verdad, como lo conozco yo. No tienen ni la menor idea de lo maravilloso e increíblemente brillante que es. No lo oyen reír ni ven como cierra los ojos con fuerza en ese momento ni como se forman sus hoyuelos al hacerlo. Nunca sabrán los detalles de su existencia ni escucharán el convencimiento en su voz cuando dice que me quiere más que a su vida. Y las compadezco por ello. 

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